Sant Llorenç es un pequeño pueblo con mucha historia, rodeado de fértiles tierras de cultivo y bañado por una maravillosa luz. Como en el resto de la isla, el centro del pueblo es la iglesia (siglo XVIII), que se caracteriza por tener un solo arco a la entrada. El templo se construyó próximo al Poblado de Balàfia, un conjunto medieval de cinco casas agrupadas, con dos torres de defensa, erigido por la población para protegerse de las invasiones corsarias, muy frecuentes en la llanura de Sant Llorenç.
En el entorno encontrarán también el Centro de Interpretación de Es Amunts, que ofrece amplia información sobre la flora y la fauna de esta reserva natural; la Font de Balàfia, un manantial donde se celebra un baile popular en agosto; la finca pública Can Pere Mosson, un popular merendero próximo a la iglesia; un bar mirador donde reponer fuerzas detrás del templo y un curioso café francés llamado La Paloma, situado detrás de la escuela pública.
En el cruce con la carretera de Sant Joan encontrarán varios restaurantes de cocina típica, como Can Juanito, Ca na Pepeta, Balàfia y Es Pins, donde incluso elaboran su propio pan, y algunos colmados pintorescos, como el Estany de Sant Llorenç o la tienda de comestibles Toni Petit. El pueblo también está enlazado con Santa Gertrudis, mediante una carretera que arranca junto a la escuela.