La mejor forma de conocer Dalt Vila es realizar dos recorridos distintos y complementarios. Por un lado, pasear sobre las murallas de baluarte en baluarte y, por otro, recorrer las plazas y callejuelas del interior de la fortaleza.
La Plaça de Vila es el primer espacio abierto que hay al atravesar el Portal de Ses Taules, entrada principal de las murallas, y el Rastrillo. Este rincón tiene un encanto especial por sus coquetos restaurantes, las galerías de arte y las tiendas de artesanía, rodeadas por un marco de piedra que respira historia por cada grieta. Siguiendo el ascenso hacia la izquierda, se encontrarán con el Carrer de Sa Carrosa, el más amplio de la ciudadela. A la mitad de camino les saldrá al paso una estatua de bronce sentada en un banco. Se trata de don Isidor Macabich, sacerdote e historiador que profundizó como antes no se había hecho en las raíces del pasado de Ibiza.
Siguiendo hacia arriba encontrarán la iglesia y convento de Santo Domingo; Can Botino, sede de la alcaldía de la ciudad, y enlazarán con las calles Pere Tur, Joan Roman y el Carrer Major. En este trayecto hallarán la iglesia de Sant Cristòfol, la capilla de Sant Ciriac, el Museo Puget, el paso medieval de Sa Portella y el centro de interpretación de la Ibiza musulmana Madina Yabisa, además de múltiples casas y palacios de la antigua burguesía pitiusa. Durante todo el tramo, no duden en perderse por los callejones e ir regresando al recorrido principal. Hallarán plazas recónditas y callejones encantadores.
Al final desembocarán en la Plaça de la Catedral, donde se asientan el palacio de la Curia, actual oficina de turismo; el palacio episcopal, el Museo Arqueológico y la Catedral, que en su interior alberga el Museo Diocesano. De espaldas a esta plaza se halla el Castillo de la ciudad, actualmente en obras para su transformación en Parador de Turismo.
Pueden regresar a la Plaça de Vila dando marcha atrás. Al llegar a la calle Joan Roman pueden descender, a la izquierda, hacia la iglesia de l’Hospitalet, tomando el Carrer de Sant Josep, donde observarán sendas torres de la muralla medieval, y luego el Carrer del Portal Nou, con sus empinadas escalinatas. Así llegarán a la Plaça del Sol, un mirador excepcional de la ciudad. Atraviésenla y continúen por el interior por Sant Antoni y Santa Creu, hasta desembocar en el lado opuesto de la Plaça de Vila, donde dio comienzo esta ruta. Sin duda, se trata de un paseo romántico e inolvidable.