La cueva de Can Marçà representa una de las atracciones turísticas más visitadas del norte de la isla. La gruta ofrece un recorrido de 40 minutos sorteando estalactitas, estalagmitas, cascadas y pequeños lagos, y se encuentra situada en los acantilados del Port de Sant Miquel.
Fue descubierta por contrabandistas de la zona, que accedían a ella a través de una abertura situada a 10 metros sobre el nivel del mar. Desde sus embarcaciones izaban la mercancía y la escondían en el interior hasta que su retirada era segura. En los años 70, el espeleólogo belga Jean Pierre Van der Abeelle la visitó por primera vez, guiado por vecinos de la zona. Unos años después, la familia propietaria la acondicionó recuperando las cascadas y arroyos que existían en la gruta en tiempos remotos y creando un singular espectáculo de luz, agua y sonido.
La Cova d’en Marçà tiene una antigüedad de más de 100.000 años y fue originada por fallas telúricas. Tras pasar por glaciaciones y calores tropicales, se encuentra en estado fosilizado en su mayor parte, salvo en los tramos más profundos, donde el incesante goteo continúa formando estalactitas y estalagmitas. En el interior se encontraron numerosos huesos y fósiles de especies ya extinguidas. La oquedad de entrada se encuentra a unos 14 metros de altura sobre el mar y se accede a ella por un sendero que sortea los acantilados.
Las instalaciones cuentan con una agradable terraza bar, donde esperar el inicio de la visita. Está situada junto a un mirador, con unas impresionantes vistas del puerto, S’Illa des Bosc, S’Illa Murada y la Torre de Balansat.