Muchos clientes del hotel Melià Me Ibiza (antes Melià S’Argamassa), entre la costa de Santa Eulària y la de Es Canar, se asombran cuando se asoman al balcón y echan la vista abajo. A pocos metros del hotel observan un antiquísimo acueducto de piedra, de unos 300 metros de longitud, perpendicular a la playa de S’Argamassa y que en algunos puntos alcanza los dos metros de altura. En la corona alberga un surco por el que pasaba el agua. El yacimiento se completa con las ruinas de lo que al parecer fueron, según distintos historiadores, depósitos de agua impermeabilizados con yeso.
El acueducto de S’Argamassa fue erigido por los romanos en el siglo I después de Cristo y se empleaba para conducir agua dulce de una fuente cercana a las instalaciones de una piscifactoría, donde los peces eran conservados vivos para su posterior exportación. El historiador Paul R. Davis incluso señala que los depósitos de S’Argamassa probablemente se utilizaran para mantener en cautividad los grandes atunes que sobrevivían a la salvaje pesca de la almadraba. Esta técnica consiste en encerrar con redes un banco de estos enormes peces, haciéndolos ascender a la superficie, donde son cazados con ganchos. La operación requiere de la participación de numerosas barcas y aún continúa desarrollándose en el sur peninsular.
La industria romana de S’Argamassa probablemente generaba filetes salados de pescado y garum, una salsa o condimento muy popular en aquellos tiempos a lo largo de todo el Mediterráneo. Se elaboraba con restos de pescados, vísceras, especies, vinagre y aceite y se comerciaba en ánforas.
Resulta sorprendente que antaño pudiese construirse un hotel a una distancia tan corta de un monumento de su antigüedad e importancia y que a día de hoy este establecimiento pueda ser reformado de manera integral sin alejarlo un ápice del acueducto. Aún así, los aficionados a los yacimientos arqueológicos no deben dejar de visitarlo.