Desde hace algunos años, Santa Gertrudis se ha convertido en un enclave de parada obligada para todo viajero que haga turismo por Ibiza y también para el público local. Este pequeño pueblo ha crecido de forma imparable y ahora mantiene un ambiente alegre y multicultural durante todo el año. Algunas de sus casas payesas más céntricas han sido reconvertidas en restaurantes y bares, con agradables terrazas y jardines que se llenan incluso en invierno, si el tiempo acompaña.
Ir a la plaza de la iglesia a comer un bocadillo de jamón con pan tostado y tomate constituye una tradición, especialmente en el Bar Costa, establecimiento pionero en elaborarlos. En el pueblo encontrarán múltiples tiendas de moda, algunas de diseñadores nativos o afincados en la isla, galerías de arte, talleres de artesanos e incluso una casa de subastas. No dejen de visitar el estanco, situado frente al Bar Costa, que vende tabaco y comestibles y mantiene el mismo aspecto de antaño.
Hasta hace algunas décadas, Santa Gertrudis era una población eminentemente agrícola, rodeada de extensos campos de cultivo, muchos de ellos de regadío gracias a la abundancia de agua que existe en el subsuelo y que se almacena en una sucesión de albercas repartidas por las fincas de la llanura.
Sin embargo, a partir de los años 90 del siglo XX, Santa Gertrudis experimentó un importante crecimiento de población, hecho que derivó en la ampliación de su centro urbano, con numerosos bloques de viviendas de dos plantas y color blanco, que no desentonan con los edificios más antiguos. Los bajos de estos nuevos volúmenes albergan múltiples tabernas y boutiques, concentrando una oferta hostelera y comercial muy superior a la que existe en otras localidades de dimensiones similares. En los alrededores, asimismo, se sitúan las dos mayores empresas de industria agroalimentaeria de la isla: Companatge y Granja Santa Gertrudis.
El principal monumento de la localidad es la iglesia (s. XVIII), que destaca por las franjas grises y amarillas sobre la cal, que contrastan con los templos netamente blancos del resto de poblaciones rurales. Se asienta en una amplia plaza, convertida en paseo peatonal desde hace algunos años. Observarán que en ella, entre la iglesia y el cementerio, hay una llamativa escultura en bronce, obra del artista ibicenco Pedro Hormigo, que representa al primer obispo de Ibiza, Manuel Abad y Lasierra (1724-1806), quien impulsó la construcción de numerosos templos pitiusos.
Sin embargo, el principal patrimonio de Santa Gertrudis es la naturaleza y el paisaje. Si está de vacaciones en Ibiza y dispone de tiempo, piérdase por los caminos sin asfaltar y descubrirá cómo era la Ibiza rural de hace muchos años, la Ibiza auténtica que sigue existiendo ahora y a la que no todos prestan atención.