La iglesia de Sant Llorenç luce un encalado tan puro que los días soleados incluso resulta cegador. Constituye el centro de la localidad y se caracteriza por tener un solo arco a la entrada, al igual que los templos de Santa Gertrudis y de El Pilar de la Mola, en Formentera. Su construcción fue ordenada por el primer obispo de Ibiza, Manuel Abad y Lasierra, en 1785 y fue inaugurada doce años más tarde, en 1797. Mientras se ejecutaban las obras, las misas se celebraban en Can Pere Mosson, una vivienda muy próxima con torre de defensa.
El campanario, situado hoy en el centro de la fachada, estaba colocado en uno de los extremos, tal y como aún mantienen las iglesias de Sant Carles y Sant Mateu, muy parecidas en el resto de la fachada a ésta. Sin embargo, en una reforma emprendida en el siglo XIX, se trasladó a su emplazamiento actual.
Desde un punto de vista estético, es uno de los templos más valorados por los aficionados a la arquitectura ibicenca. Consta de una única nave cubierta con bóveda de cañón y siete capillas laterales. La más profunda le fue añadida al templo en 1850. Su ubicación se decidió atendiendo a la proximidad del poblado de Balàfia, lugar ya habitado desde la Edad Media.