Sant Jordi es el pueblo más industrial del municipio de Sant Josep. Su cercanía al aeropuerto y la circunvalación de la capital han impulsado que múltiples empresas de distribución y servicios se alineen en la entrada y salida del pueblo y también que el centro urbano crezca notablemente, reconvertido en zona residencial de cientos de ibicencos que trabajan en la capital. Así, cuenta con más zonas comerciales, restaurantes, bares y servicios que los otros pueblos el municipio, aunque a costa de haber perdido su atmósfera de pueblo antiguo.
Aún así, es un buen lugar para hacer compras y, sobre todo, resulta imprescindible visitar su majestuosa iglesia fortificada (siglo XV), la mejor conservada de las cuatro que hay en la isla, rodeada por un patio lleno de flores y palmeras que la embellecen, si cabe, todavía más. Junto a ella se erige también el coqueto cementerio del pueblo.
Nada más cruzar Sant Jordi, de camino al aeropuerto, verán el hipódromo, justo en la rotonda de Ses Salines. El edificio en sí no tiene el menor interés. Sin embargo, todos los sábados por la mañana alberga un mercadillo popular de espíritu mucho más abierto que los de Las Dalias o Punta Arabí. Cualquiera, por un precio módico, puede meter el coche y ponerse a vender lo que le plazca. Sobre todo encontrarán objetos de segunda mano, antigüedades, artesanía, algo de ropa y gente variopinta.
En el entorno encontrarán calas fantásticas, como las ubicadas en el Parque Natural de Ses Salines, Platja d’en Bossa o Es Bol Nou, en la zona de Sa Caleta.