Hasta finales del siglo XIX, Eivissa no contaba con unas instalaciones portuarias adecuadas. Los andenes del puerto (Avinguda de les Andanes) no eran más que una playa, que servía de astillero y puerto natural. A finales del siglo XIX se inicia la construcción del puerto moderno según proyecto del ingeniero Emili Pou, aunque sufrió ampliaciones y modificaciones a lo largo de todo el siglo XX, culminando con la construcción del nuevo dique de abrigo junto al faro de Es Botafoc, en 2003.
La Avinguda de las Andanes, conocida popularmente como «el puerto», discurre en paralelo al barrio de La Marina, desde la esquina de la Avinguda de Santa Eulària, donde atracan las barcas de Formentera, hasta el muro de abrigo.
El paseo, hoy completamente peatonal tras las últimas reformas del puerto, arranca junto a los pantalanes del Club Náutico, desde dónde también puede tomarse la barca que atraviesa la bahía y conduce hasta el puerto deportivo Marina Botafoc y la playa de Talamanca. Al principio verán la estatua de un marinero, homenaje a las gentes de la mar. El otro lado de la avenida está salpicado de terrazas y pequeños bares, que forman parte del conglomerado de La Marina. Por aquí desfilan por las noches las comparsas de las discotecas y se concentran numerosos retratistas, que dibujan caricaturas de los turistas. En esta zona aguardan también, desde 2016, dos esculturas en bronce que rinden homenaje a los hippies de Ibiza.
A medio camino hallarán la estación marítima, renovada en 2017 con un estructura escalonada que permite ascender a una terraza en la parte superior, y el Monumento a los Corsarios. Frente a ellos se concentran todas las noches de verano docenas de artesanos y comerciantes, que ofrecen sus productos en el mercadillo del puerto. Los muelles, durante el verano, acogen a algunas de las embarcaciones de recreo más lujosas del mundo.
Poco después se alcanza la Plaça de Sa Riba, abierta al mar y repleta de bares. La avenida concluye junto al antiguo edificio de Sanidad Exterior, que también fue Cofradía de Pescadores y hoy alberga la Casa de la Juventud. Junto a él, ascendiendo por la escalinata, se accede a Sa Torre, una pequeña plazoleta con una garita de vigilancia en la punta. Antaño, este lugar albergaba una torre medieval que protegía la entrada del puerto y un molino harinero junto al que, en siglos pasados, se apostaban las prostitutas, cuya actividad incluso estaba regulada por la Universitat, el gobierno medieval de la isla.
No dejen de subir al muro y pasear hasta el pequeño faro de entrada al puerto, ya que desde él se disfruta de una excepcional panorámica de la bahía, las murallas y, sobre todo, el extraordinario filo de la punta del baluarte de Santa Llúcia.