Los barrios de La Marina y Sa Penya han quedado aprisionados entre las murallas y los andenes. Nacieron en la Edad Media, debido a la actividad del puerto. Los obreros de los astilleros y los marineros erigieron aquí sus viviendas, extramuros, para estar más cerca de su trabajo. Sus callejuelas, repletas de vida, representan una continuación del casco histórico y albergan distintos monumentos y algunos museos.
La zona de La Marina crece en paralelo al puerto y todo el entramado de sus vías está repleto de tiendas, restaurantes y bares, que en verano permanecen abiertos hasta altas horas de la madrugada, animados por artistas callejeros, drag-queen, go-go’s de las discotecas y artesanos. El ambiente es tan fascinante que el barrio es un constante hervidero de turistas. En esta época del año también es frecuente ver varados yates impresionantes junto a la Plaça des Martell, en el puerto. En invierno la actividad comercial se reduce considerablemente, y la vida transcurre de forma plácida y tranquila. Aquí encontrarán también el Mercat Vell, a los pies de las murallas, y la iglesia de Sant Elm.
El barrio de Sa Penya se arremolina sobre el monte que asciende hasta los pies del baluarte de Santa Llúcia. La parte baja está repleta de bares y alberga la zona gay de la ciudad, tan pintoresca que concentra a turistas de todas las tendencias, especialmente en el Carrer de la Mare de Déu (Calle de la Virgen). Las callejuelas empinadas esconden rincones preciosos, pero es recomendable que los viajeros vigilen sus pertenencias en esta zona y en el área más alta, donde ya no existe ambiente turístico y no siempre resulta un lugar seguro. No duden, sin embargo, en visitar la Casa Broner, ejemplo de arquitectura racionalista, y la agradable plazoleta de Sa Torre, ya llegando al dique del puerto.