Dalt Vila es el barrio intramuros y núcleo histórico por excelencia de Eivissa. Su imponente recinto amurallado se alza sobre una colina y es visible a muchos kilómetros de distancia, por tierra y por mar.
La construcción de las murallas fue decisión del rey Felipe II (siglo XVI), que confirió a Eivissa un papel estratégico en su política de defensa en el Mediterráneo y ordenó levantar la fortaleza para frenar las invasiones y los saqueos constantes de los piratas berberiscos. Cuando la isla dejó de ser blanco habitual de los ataques corsarios, la acrópolis quedó en pie para la posteridad y hoy es Patrimonio de la Humanidad, por declaración de la Unesco. Es la única fortaleza renacentista que se conserva completa en toda Europa, junto con el recinto de La Valeta, en la isla de Malta.
El visita merece que le dediquen, como mínimo, una mañana o una tarde y, sobre todo las mujeres, vayan provistas de calzado cómodo: el empedrado no se lleva bien con los tacones y además hay bastantes cuestas. Pero el recorrido es apto para cualquier edad. Hay que conocer Dalt Vila de dos formas: recorriendo el perímetro de las murallas desde lo alto, de baluarte en baularte, y perdiéndose por el laberinto de calles encaladas, repletas de tiendas de artesanos, galerías de arte, restaurantes, hoteles, viviendas palaciegas, la Catedral, el Ayuntamiento, el Castillo y las iglesias de Santo Domingo, l’Hospitalet y Sant Cristòfol. El barrio medieval, asimismo, concentra gran parte de los museos de la ciudad: Arqueológico, Diocesano, Arte Contemporáneo y Puget, entre otros.
El Ayuntamiento organiza unas atractivas visitas teatralizadas a Dalt Vila, que se celebran todos los sábados del año, por la tarde. Igualmente, pueden alquilar audioguías en la oficina de Turismo de Dalt Vila o seguir la historia de la fortaleza a través de los paneles de la museización de Dalt Vila, el centro de interprertación de la Ibiza musulmana Madina Yabisa y los baluartes museizados de Sant Pere y Sant Jaume.